domingo, 10 de marzo de 2013

Kaufmann vs. Muniz

La fotografía realizada a partir de las proyecciones de Andreas M. Kaufmann en el jardín del Gyokozouin (Urawa, Japón) es la concreción de una mirada, así como la fotografía de Muniz es la recomposición de la misma a partir, sin embargo, de chatarra informática, material de desecho del presente. Sea de trazos de luz, al modo picassiano de Clouzot, o de polvo y partículas, las imágenes revisitadas son iconos bien conocidos, tomados de la historia del arte occidental y de la producción de dos artistas consagrados con la etiqueta de genio: Michelangelo Buonarroti y Francisco de Goya, respectivamente.

En ambos casos —representados en la colección Cal Cego, de Barcelona— el recurso a la memoria y a la práctica del archivo jugada en el ámbito de la historia del arte como ya hiciera Aby Warburg, sirven al artista actual para replantear críticamente el proceso de percepción de la obra de arte. En el caso de Kaufmann, que renuncia a crear nuevas imágenes porque hay inflación de ellas, el objetivo es más bien proponer nuevas visiones. Durante su viaje a Japón, y por efecto del extrañamiento experimentado ante los símbolos de su cultura tradicional (un templo budista), confesó que no dejaba de tener en mente los frescos miguelangelescos de la Capilla Sixtina, altamente representativos de la cultura a la que él pertenece, la occidental europea; y también porque una multinacional japonesa había contribuido a la restauración de estos frescos, masivamente visitados en el corazón del Vaticano. Ejemplo éste último del multiculturalismo que permea nuestra sociedad de consumo, más que de un deseable diálogo entre culturas, hace del arte del pasado mero pretexto publicitario de una empresa capitalista. La reacción del artista suizo, en cambio, con su proyección videoluminosa, revela la inadecuación de esa mirada a otras realidades. Nada más errado para aproximarse a la espiritualidad budista, con su concepción cíclica del tiempo, que hacerlo desde una cosmovisión católica cuyo Dios "creador" coloca al hombre por encima del resto de las criaturas, desgajado, en fin, de la naturaleza.

En cuanto a Muniz, interesado en explorar los mecanismos de reminiscencia que actúan en los procesos cognoscitivos a través de las imágenes, descontextualiza los protagonistas de pinturas famosas del arte occidental, sean dioses, humanos o seres mitológicos, haciéndoles emerger de ese mar de escombros y objetos inservibles que fotografía desde lo alto cual otro ángel de la historia, descrito por Benjamin a propósito del Angelus Novus de Klee. El Saturno goyesco, desvinculado por completo del resto de las llamadas "pinturas negras" y del supuesto programa iconográfico que hacía cobrar sentido a cada una de ellas, sufre un proceso de deconstrucción para reinventarse en el presente gracias a las miradas cómplices de artista y espectador en forma de pintura basura (pictures of junk). Paradojas del destino: usando, en negativo, la técnica compositiva de Arcimboldo, corre el riesgo de ser engullido a su vez por las ruinas del pasado.  

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